Ellen Duthie, filósofa: “Es importante que los niños ejerciten el arte de la pregunta”

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Wonder Ponder es un proyecto de filosofía para niños, desarrollado en España por la filósofa Ellen Duthie y la ilustradora Daniela Martagón. Su objetivo no es enseñar historia de la filosofía, sino que incentivar a los niños a reflexionar y a formular sus propias preguntas filosóficas. 

Ellen Duthie —Máster en Filosofía por la Universidad de Edimburgo— ve una coincidencia entre niños y filósofos: ambos buscan comprender el mundo. Los niños, sin embargo, tienen pocos espacios de participación y usualmente no son considerados como interlocutores válidos. Ante esto, Duthie creó el año 2014 la colección Wonder Ponder y desde entonces, a cientos de niños y niñas les ha hecho la misma pregunta: “¿Y tú, qué piensas”.

El primer título de Wonder Ponder fue Mundo cruel. Consiste en una pequeña caja-juego con 14 láminas ilustradas, que muestran distintas situaciones relacionadas con la crueldad. Siguió en la colección Yo, persona (2015), sobre la identidad, y Lo que tú quieras (2016), sobre la libertad. Estos tres títulos, la editorial argentina Iamiqué, para reducir costos, de cajas-juegos los convirtió en libros (distribuidos en Chile por Zig-Zag). No importa tanto si es libro o caja, asegura Duthie, lo substancial de la colección es el elemento visual. La visualidad le da un elemento lúdico a Wonder Ponder, distinguiendo a esta propuesta de otras de filosofía para niños, como la de Mathew Lipman, pionero en este campo en los años 70.

Los pequeños pueden tomar un libro de la colección Wonder Ponder por su cuenta, pero más provechosas parecen ser las sesiones colectivas, guiadas por un mediador (que pueden ser padres, profesores o bibliotecarios), en las que niños y niñas hacen sus propias preguntas y juntos buscan respuestas. Ante una ilustración de Mundo cruel, en la que se ve a una familia tomando sopa de gato, dice un niño: «Es malo matar a un animal». «Pero si es lo mismo que comer sopa de pollo», le contesta otro. ¿Cuál es la diferencia? Varias de estas sesiones se pueden escuchar en uno de los blogs de Duthie.

 —¿Qué define a una pregunta filosófica?

—Las posibles respuestas a una pregunta filosófica están abiertas al desacuerdo razonado y argumentado. Una pregunta filosófica bien formulada invita a explorar y a indagar, frente a una pregunta científica que nos exige demostrar o comprobar, o una pregunta poética, que nos pide nada más que la contemplemos y la disfrutemos.

—¿Por qué es importante que niños y niñas ejerciten la formulación de preguntas filosóficas?

—Creo que es importante que los niños y los adultos ejercitemos el arte de la pregunta filosófica,  y el de la pregunta en general, para que aprendamos a construir y formular preguntas genuinas, que nos toquen y nos interesen y nos muevan. Todos, niños y adultos, nos hacemos preguntas filosóficas, pero por lo general no les damos espacio ni tiempo porque pareciera que hay cosas más concretas, más urgentes con las que lidiar.Y ante una pregunta, merece la pena tratar de construir la mejor respuesta que seamos capaces de construir, razonando, argumentando, evaluando argumentos de otras personas, tratando de dar pasos lógicos y coherentes. No sólo por gusto, sino por necesidad. Estas preguntas son persistentes. Por mucho que las apartemos una y otra vez para colocarlas fuera de nuestra vista, tienen la sana costumbre de volver, una y otra vez.Todos nos hacemos preguntas filosóficas, pero por lo general no les damos espacio ni tiempo.

—La filosofía a veces puede generar cierta resistencia: abre preguntas en lugar de dar respuestas. ¿Ha habido cierto rechazo de los adultos hacia la práctica filosófica que planteas? 

—Hay miedo a no saber, por parte de los adultos. Se supone que debemos saber. No estamos acostumbrados a expresar nuestra incertidumbre y pensamos que puede desestabilizar a los niños. Pero a menudo los niños lo agradecen, porque la alternativa, hacer como si lo tuviéramos todo controlado, despierta ansiedad e incredulidad cuando se dan cuenta (y huelga decir que se dan cuenta de todo).Hay miedo a que la falta de conclusiones definitivas provoque vértigo existencial, pero es curioso que no haya miedo a que la falta de abordaje de determinados temas y preguntas puedan provocar incomunicación y a veces trauma. Aquí, siempre decimos que lo importante es gestionar las expectativas: que se comprenda que las preguntas filosóficas no son ese tipo de pregunta a la que uno puede contestar definitivamente, sino que son invitaciones a explorar y a indagar y a construir posibles buenas respuestas, por nuestra cuenta o en diálogo con otras personas. Si entendemos que no hay conclusiones definitivas en este sentido, nos centramos en construir buenas respuestas, en pensar en los matices, en la complejidad de los asuntos y vamos entendiendo que lejos de tener la sensación de no tener respuesta, nos quedamos con la sensación de tener una comprensión mucho mejor de una determinada pregunta.

Hay miedo, también, a “pervertir”, a introducir en la cabeza de los niños cosas que no necesariamente tienen. Recuerdo lo que nos dijo un librero al que visitamos: “los niños de ahora no se relacionan con la crueldad; son muy inocentes”. El concepto de los niños como seres inocentes y puros sin contaminación de ningún tipo de nuestro mundo no tan rosado es un concepto muy extendido y realmente hay quien piensa que la mejor forma de lidiar con las dificultades de la vida es tratar de esconderlas de la vista de los niños, a pesar de ser evidente que los niños las ven por mucho que las escondamos, y se preguntan por ellas por mucho que minimicemos o desviemos sus preguntas. Pero lo cierto es que en nuestra experiencia, esos miedos se sienten y esas dificultades se perciben normalmente antes de usar el material. Una vez que los mediadores se atreven a ponerse a jugar y ponerse a pensar ellos también, y comparten en proceso de indagación con los niños, suelen desaparecer estas preocupaciones. Muchas de estos miedos tienen mucho más que ver con los adultos que con los niños.

Ver para pensar 

—¿Por qué fue importante para ti agregar la visualidad a el ejercicio filosófico?

—Quería conseguir un estímulo lo más inmediato posible. De un golpe de vista y ¡BAM!Wonder Ponder surgió en un principio de un proyecto de aula, Filosofía a la de tres, con niños en edad de preescolar en un colegio público de Madrid. Cada dos semanas nos reunimos durante tres años, y hablamos de temas como la amistad (¿qué es un buen amigo?), del reparto justo (¿es siempre justo repartir a partes iguales?), de la felicidad, del enfado, de la apariencia y de la realidad, de los sueños…Lo que intentamos con la ilustrados es pensar en modos de “preñar” la imagen con preguntas.

Por lo general, usaba literatura (álbumes en concreto por sus muchas ventajas -son cortos, pero contienen mucha complejidad y ambigüedad, perfecto para la exploración filosófica). Y de hecho sigo usando mucho los álbumes a día de hoy. Pero llevaba tiempo buscando cómo abordar el tema de la crueldad con ellos. Es un tema aparentemente escabroso pero muy cercano a los niños en edad de preescolar, como “agresores”, como “víctimas” y como “testigos”. Y no encontraba nada. Cualquier libro que lo abordara, abordaba necesariamente un solo ángulo, una sola historia de crueldad. Pero yo quería otra cosa. El caso es que cada vez que pensaba en ello, lo que me venía a la mente era una serie de escenas que mostraban distintos tipos, distintas perspectivas y distintos matices de la crueldad. Fui apuntando en una lista las escenas que me iba imaginando, detallando las preguntas que me gustaría provocar en el observador con cada escena. Realmente lo que buscaba eran narraciones mínimas, álbumes concentrados en una escena. Cada escena funcionaba casi como un cuento, con personajes, con un posible antes, con un posible después. Y está idea de usar escenas era lo más cercano a poder usar 10 cuentos a la vez, con niños muy pequeños.Interior de «Yo, persona».

—¿Cómo te decidiste por la ilustradora Daniela Martagón para esta tarea?

Conocía a la ilustradora Daniela Martagón, y sabía que le parecería un reto interesante colaborar conmigo en esta tarea de crear imágenes que provocasen preguntas, dudas y cuestionamientos acerca de qué es y qué no es cruel, que despertasen la curiosidad y que abordaran las diferentes perspectivas desde las que pensar en ello. A Daniela le encantó la idea y me pidió una descripción de las escenas para desarrollarlas en ilustraciones. Cuando miramos juntas las imágenes que Daniela había preparado, supimos que habíamos dado con algo especial. Y cuando las usé por primera vez en el aula, sentí que pocas veces había experimentado un enganche tan inmediato con un material.Desde entonces, hemos convertido nuestros libros en una investigación acerca de cómo opera lo visual como estímulo para provocar preguntas y reflexión y son fascinantes los resultados.

—¿Cómo trabajan juntas cada ilustración?

—Lo que intentamos es tratar de pensar en modos de “preñar” la imagen con preguntas. Esto es un ejercicio muy complicado y nada usual. Es habitual encontrarnos con la imagen denuncia o con la imagen satírica, con la imagen poética o la imagen metafórica, pero no es tan habitual plantearse la imagen-pregunta o la imagen provoca-pregunta. Es un ejercicio bastante novedoso.Los estímulos visuales en forma de escena que contienen cada uno de nuestros libros están ideados para presentar un mapa visual del núcleo temático que se aborda y para que el lector/jugador, a partir de ese mapa visual, vaya generando su propio mapa conceptual (o filosófico) sobre el tema en cuestión.

— ¿Crees, finalmente, que el pensamiento crítico está en crisis en las escuelas?

—No sé si está en crisis el pensamiento crítico, en el sentido de que no creo que nunca estuviera muy presente, especialmente en las primeras edades.Es más fácil, más controlable un sistema que entrega conocimientos, que un sistema que los genera y los motiva.

Mi visión es que hay un estancamiento, que viene más por inercia y pereza por cambiar que por convicciones pedagógicas y esto es peligroso. No se puede basar un sistema educativo en la inercia o en el “siempre se ha hecho así” o “a mí me educaron así y no ha sido tan desastroso el resultado”. Falta pararse a pensar y falta cuestionar por qué hacemos todo lo que hacemos por inercia y si hay cosas que se podrían cambiar y cuáles, para introducir cambios que redunden en una experiencia más significativa del aprendizaje para los niños. Es más fácil, más ordenado, más controlable un sistema que entrega conocimientos que un sistema que los genera y los motiva, pero ésta es una perspectiva absolutamente centrada en la gestión y en absoluto en la participación de los niños en su propio aprendizaje.

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